La situación más básica a la que
nos enfrentamos al tomar una fotografía, es tener un único sujeto frente a
nuestra cámara. En este caso, tenemos dos opciones: acercarnos para llenar el
encuadre, o alejarnos para incluir parte del entorno.
Y de que nos podríamos valer para
tomar la decisión:
Primero, el contenido de la imagen;
puesto que mientras más espacio ocupa el sujeto en nuestra fotografía, mas
detalles podrá mostrar, y si es algo inusual o importante, tenderemos a llenar
el encuadre con el. Por consiguiente, si el entorno es muy familiar, tal vez no
valdrá la pena incluirlo.
Otro aspecto es la relación sujeto-entorno;
ya que, si es importante para el contenido de la imagen o para situar al sujeto
en un contexto, deberemos de incluirlo.
Un tercer aspecto es la relación
subjetiva espectador-sujeto; si la presencia es importante y conviene que el
sujeto domine la escena, entonces acercarlo al espectador llenando el encuadre
puede resultar razonable.
Con todo, no debemos olvidar que
hay cuestiones técnicas involucradas también, como la longitud focal, la escala
del sujeto, etc.
Sin embargo, en la mayoría de las
fotografías de un solo sujeto, el foco de atención no llena todo el encuadre,
ya que podríamos correr el riesgo de que la vista pueda sentirse incomoda al
concentrarse en puntos muy cerca de los bordes; a menudo se necesita un espacio
libre alrededor para moverse sin restricciones.
Bibliografía consultada: “El ojo
del fotográfo” de Michael Freeman.
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