En cualquier composición en que
se incluya un sujeto, debemos decidir dónde colocarlo para que armonice con el
resto del encuadre. Recordemos, que cuando existe espacio libre alrededor, la
posición del sujeto cobra vital importancia, por eso tiene que ubicarse conscientemente en un algún sitio dentro del encuadre.
Pero, una razón de peso para no
centrarlo, es que se vuelve predecible y aburrido. Asimismo, una posición descentrada
debe tener una razón, para que no resulte extraño, como la Ley de la mirada,
por ejemplo, situar al sujeto en el encuadre al lado contrario hacia dónde va
su mirada. Y esta posición descentrada adquiere más importancia cuando el
sujeto se hace más pequeño.
A veces esta tendencia natural a
descentrar el sujeto, puede, por razones especiales, romperse para hacer una
toma de forma diferente, o porque obliga a hacer la fotografía de este modo.
Por otro lado, es deseable que el
sujeto se encuentre descentrado solo para establecer una relación entre éste y
el fondo, apareciendo más ligado con su entorno. Así, cuando ese entorno es
significativo, cuando contribuye a la idea de la fotografía, vale la pena
considerar descentrar al sujeto, para que ocupe solo un área pequeña del encuadre y el resto sea ocupado por el fondo.
Si cerramos mucho el encuadre perderemos el interés de lo que queremos mostrar.
Practiquemos a descentrar a nuestro sujeto, pero teniendo en mente la razón para ubicarlo en ese lugar del encuadre, estamos aprendiendo composición fotográfica.
Fuente: El ojo del fotógrafo de
Michael Freeman.